En el camino con un hombre sabio

Mi padre tiene 90 años. El verano pasado falleció mi madre. Llevaban juntos casi 70 años. Esa afirmación puede entenderse tanto como el regalo de un largo amor como una ventana a la profundidad de la soledad que le sigue.

Durante las vacaciones, los tres hermanos nos ofrecimos este regalo de Navidad: Un viaje por carretera. Comenzó en el norte de Indiana, se dirigió a Fresno, California, luego a Tucson, Arizona, y de vuelta, pasando tiempo con cada familia. Cada uno de nosotros tres condujo una pierna. El mío fue de Tucson a Goshen, Indiana, unas 28 horas de viaje. Durante dos días, papá y yo hablamos casi sin parar.

En un momento dado le pregunté sobre algo en lo que había pensado durante años: ¿Cómo es que a medida que envejecía se volvía más abierto, amable y curioso?…