Reflexiones de un camino de fe

En unos minutos nunca es fácil transmitir el viaje de toda una vida. Inevitablemente, uno se detiene en algunas cosas que cree que pueden ser importantes, o quizás puntos de inflexión, o quizás los acontecimientos más significativos que dieron forma y sentido a su vida. En el mejor de los casos, siempre es un proceso de reducción de algo rico y complejo a algo fácil de transmitir. Esto puede ser especialmente cierto en el caso de la fe. ¿Cuándo comienza exactamente un viaje de fe? Mis dos abuelas me dijeron que rezaron por mí antes de que naciera y rezaron por mis nietos antes incluso de que me casara. ¿Cuándo decimos que la fe ha alcanzado su plena madurez? ¿Acaso los momentos de mayor cuestionamiento y recelo son los que conducen a una mayor perspicacia y compasión, mientras que las actitudes de certeza expresada sin dudas son un camino hacia la fragilidad humana que da paso a la arrogancia y la superioridad? Basta ya de filosofía profunda. He decidido simplemente contarles algunas historias, relatar un par de momentos destacados, compartir una idea o dos, y hacer lo que los menonitas rara vez hacen en público, hacer algunas confesiones…