Conversación en el asiento trasero del taxi con Edilia

En febrero de 2009 nos reunimos en Bogotá más de treinta personas de una quincena de comunidades locales muy afectadas por la violencia en Colombia. Mantuvimos animadas discusiones, dimos largos paseos juntos e incluso horneamos pan para aprender cómo algo tan pequeño como la levadura hace crecer todo lo demás a su alrededor.

Tras el almuerzo, surgió lo más animado de la jornada, el partido de fútbol. Edilia, de lejos la jugadora más vibrante, o tal vez fuera la entrenadora, puso en marcha los partidos. Veinticinco años, alta, con su largo pelo negro recogido en una apretada coleta, engatusaba a todo el mundo, empujando al campo a hombres y mujeres por igual. Su risa se oía por encima de todas las demás, burlona, mientras corría con el balón arriba y abajo por el campo. De vuelta a la sala de seminarios, llegaba con una sonrisa, informaba de los resultados y prometía un partido mejor al día siguiente.

Al final de la semana, acabamos juntos en la parte trasera de un taxi. Le pregunté adónde se dirigía esa noche…